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“San Martín, indomable inmortalidad para resucitar el presente”


Entre trágica y mágica transcurre nuestra vida macondiana argentina. Un presente sin pena ni gloria indefectiblemente debe llevarnos a la evocación de un pasado más decoroso, del cual sentirnos honrados, buscando el norte de nuestra díscola brújula nacional. En ese viaje de traslado hacia la memoria, acudir al encuentro de tan ilustre figura como la del General Don José de San Martín se torna imprescindible, cuando no obligatorio.

Su evocación nos recuerda valores como la entereza ante la adversidad y la soledad de un gran guerrero. Cabe decir aquí que su envío al comando del Ejército de Los Andes puede interpretarse más como un intento por parte de Rivadavia de quitárselo de encima, que un reconocimiento a sus indudables e inobjetables virtudes militares. Gran parte de su gesta la realizó enfermo de asma, reuma y úlcera, y sin casi ningún apoyo de recursos provenientes de Buenos Aires, al mando de valientes hombres, pero carentes de formación militar profesional. El cruce de los Andes es considerado por figuras como Carlos Calvo, Carlos Vogel, Omar Campos y Norberto Galasso, como una de las proezas más grandes que se hayan suscitado en toda la historia militar universal.

Detrás del guerrero, naturalmente nos encontramos a un hombre y, tal hombre, era profundamente intelectual y sensible; su amor por la lectura (que practicaba en castellano, latín, francés e inglés), le hacía acompañarse por su biblioteca personal a donde fuera. En las campañas, en los fogones, les leía y explicaba obras clásicas a criollos, mulatos y amerindios de escaza instrucción e incluso analfabetos. En cada pueblo que iba liberando de los españoles, dejaba como uno de sus legados la fundación de una biblioteca popular.

Cuando una vez realizada su gesta libertadora advirtió el advenimiento de una guerra civil fratricida entre unitarios y federales, optó prudentemente por no inmiscuirse en ella, pues su sable debía sembrar libertad y emancipación, y no muerte entre hermanos. En tal contexto, sufriente y dolido por la situación interna de nuestro país, se exilió a Francia donde se encontró con la muerte; a sus problemas de salud habituales, se le había sumado una incipiente ceguera.

No podríamos afirmar que San Martín haya muerto en un olvido absoluto, pues recibió varias visitas, entre ellas la de Sarmiento. Pero la patria por la que había arriesgado su vida le terminó siendo bastante esquiva e ingrata, de tal situación acaece que su paso a la inmortalidad lo encontró en una situación económica muy penosa.

Dicen que somos lo que han hecho de nosotros. De ser así, en deuda estamos con Don José de San Martín. En él hallamos valentía, entrega, sacrificio, coraje, amor por la cultura, sensibilidad social, ¿qué hemos hecho los argentinos con tal herencia?; tomemos sus valores, resucitemos este presente.

Leandro Lopez

Profesor de Historia

Capitán Bermudez, Santa Fé, Argentina


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